… gente sensacional que te conquista con la primera sonrisa…

Lo que me llevo para siempre de este viaje es la experiencia de disfrutar la pureza no sólo de la naturaleza amazónica sino también humana. Parece mentira que me hayan enseñado tanto con una simple mirada o sonrisa. Yo creo que no estamos acostumbrados a tanta pureza y cuando la ves de frente incluso incómoda. Con el tiempo te acostumbras y lo peor es que se crea la necesidad de volver a vivir esa experiencia…

Ignacio Gordillo viajó a Ecuador en sus vacaciones solidarias. Así nos cuenta su experiencia…

Si piensas que pasas demasiado tiempo en un mundo que parece todo hecho a medida y sientes la necesidad de hacer algo que realmente te inspire, entonces creo que deberíasplantearte unas vacaciones solidarias. ¡¡Toda una experiencia!!!

Eso es lo que yo hice el mes de agosto de 2011. Gracias a Solidaridad Internacional tuve la oportunidad de visitar un proyecto en la selva ecuatorianaen lo que se denomina el Oriente de Ecuador a lo largo de la ribera del río Napo, en elcantón de Aguarico.

El Napo es un río enorme con más de 2 km de ancho en algunos tramos, donde a lo largo de su ribera, viven los Naporuna (indígenas del Napo). Gente sensacional que te conquista con la primera sonrisa. Para desplazarnos de comunidad en comunidad, únicamente se podía hacer o por canoa o por el sendero comunal, sin carreteras en la parte más oriental. El río va desde el puerto de la ciudad de Franciscode Orellana (o ciudad de El Coca) hasta la misma frontera con Perú junto al río Yasuní,¡¡precioso también con sus aguas realmente negras!!!

El objetivo del proyecto era ser “turistas conejillos de indias” ya que estas comunidades indígenas tienen mucho interés en no depender de los yacimientos petrolíferos, ni de la industria maderera para poder tener unos ingresos asegurados a largo plazo con la visita de turistas nacionales e internacionales, generando una fuente de riqueza en suentorno que les permita ser dueños de su futuro conservando el medio ambiente.

Los indígenas han tenido un contacto muy limitado con el turista, por lo que nuestra misión consistía fundamentalmente en darles nuestro punto de vista de turistas, para que pocoa poco, vayan modelando y adaptándose y poder ser más atractivos para el turismo. La llegada de turistas se plantea sin agredir sus propias tradiciones o costumbres y siempre a través de una forma sostenible. Este tipo de turismo podrá dar la posibilidad de tener una experiencia que no creo se puedan conseguir en muchos otros sitios.

En mi caso, antes del viaje, tenía muy claro que quería, casi necesitaba, ver de cerca la cooperación internacional. Solidaridad Internacional hizo un trabajo fantástico en lagestión para hacerlo posible. Hay que tener muy claro que en este viaje vas a aprender mucho más de lo que puedas enseñar y, por supuesto, ser muy, muy flexible, abierto acualquier cambio del plan inicial. Lo que más valoro a mi vuelta es toda la vivencia quete traes y que luego compartes con la gente de tu entorno y por ello agradezco a AXA laoportunidad de poder daros a conocer mi experiencia.

Las actividades que realicé fueron variadas, desde construir literalmente una cabañaenorme para la preparación turística de una de las comunidades, todo en mitad de las elva y de sol a sol, utilizando solo machetes, una motosierra, clavos y madera, ¡muysorprendente!; a la instalación de paneles solares con la supervisión de ingenieros delproyecto; o limpieza de senderos dentro de las comunidades para ayudar a tenerloslistos para la llegada de turistas. Y en todo momento intercambiando con los indígenasopiniones y puntos de vista.

Las noches en la selva son espectaculares y, por mucho que intente explicarlo, es algoque hay que vivir. En mi vida he visto un cielo estrellado de esa forma, aunque lo mássorprendente son los sonidos. Durante el día se oyen sonidos de todo tipo pero cuandocae la noche y la luna brilla es como si se volviesen locos, un no parar de sonidos queparece mentira que sean de animales y en cierta forma tienes la sensación de que tucuerpo permanece alerta.

Algunas veces llegábamos a las comunidades de noche y era impresionante ver cómo los dos indígenas que dirigían la canoa, uno en proa y otro en popa, se orientaban por el sonido del agua y por las burbujas que se podían ver con el reflejo de la luna para poder seguir el caudal del río, que aunque muy ancho, a veces no tenía suficiente profundidad en algunos tramos, pudimos ver cómo sentían el río al navegarlo. También, en alguna ocasión, tuvimos que trasladarnos en quilla de remo, que son pequeñas canoas de cuatro personas construidas de cedro, siendo muy emocionante.

Es espectacular estar sobre esas aguas negras, del color de la coca-cola 🙂 (como diría Fito…) y ver solamente a tu alrededor selva cerrada… Ese color, según me explicaron, se lo da la materia orgánica de la propia selva que vierte sobre el río, hasta quedar sus aguas completamente negras. Los animales del río son muy variados, el más bonito, aunque muy difícil de ver, diría que es el delfín rosa, muy curioso que conviva con animales tan fieros como el lagarto negro… Luego hay otros animales algo más peligrosos como el pez eléctrico, la manta, la piraña, la anaconda o el temible lagarto negro (lo que conocemos como el cocodrilo) pero que sólo sale a la superficie durante la noche. Con los indígenas hicimos rutas turísticas por el río y sus afluentes, diurnas para poder disfrutar del paisaje e incluso hacer pesca de pirañas y nocturnas para poder ver como salen a la superficie los lagartos negros.  La comida fue fantástica aunque hay que estar abierto a todo. En los alrededores de Quito se come mucho el cuy, que son como las cobayas que conocemos, cocinadas a la brasa, ¡riquísimas! En la selva todo se aprovecha y sorprende que unos gusanos que viven en la corteza de un árbol llamado chonta se puedan comer vivos o fritos, el sabor no es desagradable, aunque impresiona mucho, simplemente saben a aceite que es de lo que se alimenta el gusano toda su vida dentro del árbol. También son muy curiosas unas hormigas muy pequeñitas que están realmente buenas, con sabor a limón. Por último el mono, tiene una carne muy sabrosa y tuvimos la oportunidad de probarla en los festejos de una comunidad indígena llamada San Vicente, cocinada primero ahumada y luego asada.  La rutina de la selva era de 6 de la mañana a 6 de la noche, que son las horas de luz que había. Desde las 6 de la noche hasta que te acuestas charlábamos y poníamos en común nuestras vivencias del día, ya que cada día te trae sensaciones nuevas.

Muchas comunidades tienen luz eléctrica durante algunas horas gracias a generadores de gasolina, aunque algunas cuentan ya con paneles solares que permiten encender alguna bombilla o cargar la batería de la cámara, imprescindible para la llegada de turistas. Las duchas eran bastante rudimentarias y en ausencia de ellas utilizamos el río para asearnos. Realmente pude tener la oportunidad de ver de cerca cómo es la vida de los habitantes de esas comunidades. La imagen que tenemos o al menos que yo tenía de Ecuador no creo que sea justa. Es cierto que Ecuador es más pobre que España, pero si no miramos únicamente al PIB per capita, es un país que tiene un gran potencial, no solo por su tierra, paisajes o materias primas, sino también por su gente que lleva la felicidad a flor de piel y todo esto es algo que debería saberse.

En Ecuador, al margen de poder elegir entre selva (Amazonía), montaña (Los Andes) o la costa occidental, otra opción es visitar las Islas Galápagos, que pertenecen a Ecuador y están a poco más de una hora en avión desde Quito, aunque no tuve la oportunidad de visitarlas, ya que después de pasar por las comunidades del Oriente, nos perdimos por las comunidades de los Andes y el sur de Ecuador durante los 5 días libres que  tuvimos. Muy recomendable es el pueblo de Vilcabamba en la provincia de Loja, al sur de Ecuador. Famoso por su valle de la longevidad donde los habitantes del pueblo viven hasta los 120 años. Es un pueblo sencillo, tranquilo y rodeado de naturaleza, montañas y ríos. Muy aconsejable son las rutas a caballo por sus alrededores y poder disfrutar del paisaje montañoso del camino.

Las leyendas en la selva son muchas y con una creencia muy fuerte en los espíritus de la selva por parte de los propios indígenas. Muchas leyendas tienen su explicación científica pero a otras todavía no le puedo dar ninguna explicación lógica.  Un ejemplo de ellas es lo que los quichuas llaman el “huerto del diablo” (Supayruna como se diría en quichua) que es un árbol de no más de 2 metros de altura y un tronco de 5 cm de diámetro, en la selva, donde no hay un hueco libre de vegetación, e incluso no se ve ni un rayo de sol por la frondosidad de los árboles, de repente, ves una zona donde ese pequeño árbol ha crecido y a su alrededor no hay absolutamente nada de vegetación. Los quichuas dicen que es un árbol que el propio diablo plantó, el cuál visita y cuida cada noche. Según cuentan los indígenas, cuando se organizan las salidas de caza, uno de los indígenas duerme en la chacra o huerto del diablo para tener suerte al día siguiente y supuestamente el diablo le dice en sueños donde se encuentran las piezas de caza. La explicación a la ausencia de vegetación en el entorno de ese pequeño árbol es que la propia savia del árbol se mezcla con los excrementos de las hormigas, que viven en él y esto hace que sea un potentísimo herbicida que al caer al suelo no permite que crezca nada.

Otro ejemplo es la Laguna de Piyancocha en la comunidad de Llanchama, dice la leyenda que es una laguna enamorada de un hombre llamado Piyán y que él también se enamoró de la laguna, la cual visitaba a diario hasta que un día no regresó y se quedo a vivir con ella hasta su muerte. La leyenda cuenta que cuando alguien visita la laguna por primera vez se pone a llover, siendo las lágrimas de tristeza de la propia laguna que recuerda a su amor, Piyán. La visita que hicimos el grupo de Solidaridad Internacional a la laguna fue en un día soleado y justo al irnos acercando por la selva a la laguna, empezó a llover…

Ya a la tarde, de vuelta a la comunidad, estuvo lloviendo fuertemente unas 2 horas como en mi vida he visto y los indígenas nos dijeron que es normal, ya que visitamos la laguna por primera vez y que eran las lágrimas de tristeza. Seguramente haya sido casualidad, pero en mi vida he visto llover con tanta fuerza como aquella tarde de agosto…  Lo que me llevo para siempre de este viaje es la experiencia de disfrutar la pureza no sólo de la naturaleza amazónica sino también humana. Parece mentira que me hayan enseñado tanto con una simple mirada o sonrisa.

Yo creo que no estamos acostumbrados a tanta pureza y cuando la ves de frente incluso incomoda. Con el tiempo te acostumbras y lo peor es que se crea la necesidad de volver a vivir esa experiencia…

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